miércoles, 3 de enero de 2018

Perro negro.

Estamos esperando el ascensor, las puertas se abren y  entramos,  miras el espejo fijamente y veo como dejas de existir, tú escencia se evapora, tu máscara ya no está,  solo estas tú mirando tu reflejo,  el tú real,  el tú que sufre,  el tú que lloras.  Te vuelves a poner la máscara y me miras,  me miras y me sonríes,  pero tus ojos te delatan,  delatan tu perro negro.  Algo en mi alma se quiebra, me lástima, me dueles,  me dueles tanto que me quema.  Tus demonios se aferran a los míos.  Te miro,  pero no tal vez como esperabas,  mi ceño está fruncido y de mis ojos corren lágrimas,  das un paso en falso hacia atrás y si el metal del elevador no estuviese ahí estoy segura de que hubieras caído.  Me acerco a tí vacilante, arrastrando los pies,  los siento tan pesados, y mi respiración se siente necesitada de oxígeno.  Me acerco a tí y y mis manos automáticamente ocultan tus ojos trás ellas.  Las retiras con cara de estupefacción,  y sé que tus ojos hay un signo de interrogación . Pero vuelvo a taparlos y me acerco a tu oído, no me alegro de muchas cosas en esta vida, peeo hoy me siento feliz de usar tacones.
Con un hilo de voz, de mis labios logra salir.
- Yo existo. 
- ¿Qué? -tu voz suena confundida-.
- No sufras solo, yo existo. -no pude evitar llorar-. 
Agarras mis muñecas y lentamente las bajas para poder ver,  pero mi cara está enterrada en tu hombro.  
-yo... -hubo una larga pausa- yo,  no pensé,  no sabía.... Mi verdadero yo no es agradable,  tengo miedo de que lo conozcas, me aterra que lo quieras conocer. -terminó por decir y me abrazó, de esos abrazos tan fuertes que pueden volver a unir un corazón hecho trizas.- 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Criticas constructivas son bienvenidas. c: